La vida responde a nuestra vibración: Atraemos a nuestra realidad aquello que está en sintonía
con nuestra energía, con lo que somos en esencia. Es un proceso que va de
adentro hacia afuera: “Soy y luego Hago”.
Sin embargo, para quienes hemos vivido en la montaña rusa de las emociones
intensas, acostumbrados a reaccionar, a enojarnos, a buscar constantemente algo
más que nos impulse a vivir nuevas experiencias, esta nueva forma de vivir
puede sentirse extraña.
La vibración como imán: La idea de que “la vibración atrae lo que debemos vivir” se basa en la ley de la atracción, que postula que nuestros pensamientos, emociones y creencias emiten una energía que atrae experiencias similares. Si vibramos en una frecuencia de alegría, gratitud y amor, es más probable que atraigamos situaciones y personas que reflejen esas mismas energías.
El Ser precede al
Hacer: Este principio
nos invita a cultivar un estado de ser en armonía con nuestros valores y deseos
más profundos. Cuando actuamos desde este centro, nuestras acciones fluyen de
manera más natural y auténtica, y los resultados que obtenemos son más
satisfactorios.
El presente es el único
momento real: El pasado
ya no existe, es solo un recuerdo en nuestra mente. El futuro es una
posibilidad, pero aún no ha llegado. El único momento que tenemos es el
presente. Al anclarnos en el ahora, podemos experimentar la vida en su
plenitud, sin la carga del pasado ni la ansiedad del futuro.
La maestría del presente: Vivir en el presente requiere práctica y
conciencia. Significa prestar atención a nuestros pensamientos, emociones y
sensaciones sin juzgarlos, y conectar con el momento presente a través de la
respiración, la meditación o simplemente disfrutando de las pequeñas cosas que
nos rodean.