El silencio ayuda mucho a quien procura la verdad. Nuestra vida
es una prolongada y ardua búsqueda de la verdad. Y para alcanzar
la cima más elevada, el alma requiere reposo interior.
El silencio se ha vuelto una necesidad física y espiritual. Al principio, me quedaba en silencio para superar cierta sensación de apremio. En esos días anhelaba tiempo para escribir. No obstante, después de practicarlo durante un tiempo, entendí su valor espiritual. De repente se me cruzó por la cabeza que en esos momentos era cuando podía tener una mejor comunicación con Dios. Ahora, siento como si estuviera naturalmente configurado para el silencio.
No se es forzosamente silencioso por el hecho de tener la
boca tapada. Hasta pueden habernos cortado la lengua, sin que por ello
hayamos conocido el silencio verdadero. El hombre silencioso es el que teniendo
la posibilidad de hablar, jamás pronuncia una palabra de
más. La experiencia me enseñó que el silencio forma
parte de la disciplina espiritual del devoto de la
verdad. La propensión a exagerar, a suprimir o modificar la verdad
-sea o no a sabiendas- es una debilidad natural del
hombre.
Por consiguiente, para vencer dicha debilidad se hace necesario el silencio. El hombre de pocas palabras raramente será descuidado con su habla, pues medirá sin falta cada sílaba que pronuncie.
Por consiguiente, para vencer dicha debilidad se hace necesario el silencio. El hombre de pocas palabras raramente será descuidado con su habla, pues medirá sin falta cada sílaba que pronuncie.
Mahatma Gandhi

